domingo, 28 de febrero de 2016

ANDANADAS DE HOSTIAS




ANDANADAS DE HOSTIAS


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Rondaba los 70 años, y llevaba toda la mañana repartiendo hostias.

Por su aspecto, seguro que más de uno dudaba de su capacidad para repartir, pero a pesar de haber estudiado en un colegio de curas y de haber sido aleccionado desde pequeño en la doctrina cristiana, Enrique era un crack en la lucha urbana y el cuerpo a cuerpo.


Esa misma mañana había repartido hostias sin fin al gobierno, al que tildó de anti social con sus políticas del miedo (torturas, y encarcelamientos injustificados a aquellos que sufrían por culpa de la maldita heroína), sus políticas de desahucios, y el empobrecimiento sistemático de las capas sociales más bajas de nuestro país.


Multitud de hostias había dejado caer sobre la propia sociedad, a la que en esos momentos se dirigía. Les conminó a ayudar verdaderamente al prójimo, ofreciéndoles, comida, casa, y algún método para ganarse la vida, en lugar de criticar su color, su religión o su sexualidad, así como abogó por el reconocimiento de los drogadictos como víctimas y no como verdugos, que era la visión generalizada de aquel que no había tenido la desgracia de sufrir en su familia tan cruel y desgarradora desgracia.


Repartió, y no pocas hostias, a la iglesia a la que en algún momento había pertenecido y de la que ya apenas se sentía miembro. Aunque el siguiese adorando al mismo Dios, y siguiese ostentando el título de sacerdote (a pesar de todos los Rouco Varela del mundo), hacía tiempo que había decidido tomar un rumbo distinto al marcado desde Roma. Tomó el rumbo de aquellos que han nacido con una generosidad extrema y que desarrollan su vida con el único propósito de ayudar al prójimo. Pidió a sus fieles que utilizaran métodos anticonceptivos, pidió que aceptaran la homosexualidad como una forma de vida igual que la del heterosexual, reclamó en más de una ocasión la desaparición del máximo exponente de la ostentación (El Vaticano) y sobre todo había seguido compartiendo todas sus posesiones con aquellos que lo necesitaban, independientemente de sexo, raza o RELIGIÓN.


Después de una hora de pregonar “su evangelio”, había comenzado a repartir entre los muchos fieles, otro tipo de hostias (jamás repartió la hostia sagrada, si no rosquillas), pero en esta ocasión contaba con varios secuaces que le ayudaron a realizar su trabajo.


Dedicado al/los curas rojos de Vallecas, se podría escribir más de un libro con las maravillosas acciones de esta gente.

Lo dice un Ateo o Agnóstico, sinceramente nunca he sabido definirme, supongo que irá en función de como tenga el día. 

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Kino Barquilla-Febrero 2016- © Derechos registrados

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